BOLIVIA: 71 narcos fueron condenados a prisión en marzo, en 60 juicios

Fuente: El Deber

Fecha: 20 de abril del 2015

Los que reciben sentencia de ocho años se acogen de inmediato al beneficio del indulto y salen de la cárcel

Uno de los casos de narcotráfico presentado la semana pasada

71 personas (13 mujeres) ligadas al narcotráfico fueron sentenciadas en 60 juicios orales y procedimientos abreviados realizados en marzo, con penas desde uno a 14 años en el departamento de Santa Cruz.

47 narcos recibieron ocho años de prisión individual, ocho resultaron sentenciados a 10 años, dos a cinco años, uno a 14 años y otro a seis años y ocho meses. Asimismo, dos adolescentes se beneficiaron con medidas socioeducativas, con libertad asistida, informó Freddy Larrea, coordinador de la Fiscalía de Sustancias Controladas.

Estas 60 sentencias de marzo se suman a las 49 que se dieron en enero y a las 56 que hubo en febrero, haciendo un total de 165 juicios resueltos de forma rápida por la justicia.

Beneficioso para las partes

El fiscal Larrea explicó que los penados con ochos de privación de libertad pueden acogerse de forma inmediata al beneficio del indulto que está en plena vigencia, por lo que permanecerán presos solo el tiempo que dure el trámite.

En cambio, los sentenciados a 10 años deberán cumplir la cuarta parte de la pena (dos años y medio) y podrán solicitar su libertad, pero todos salen con condicionantes.

Larrea indicó que la aplicación del procedimiento inmediato, impulsado por el Ministerio Público desde hace un par de meses, ha sido favorable, pues se acortan los plazos, se evita la impunidad, la retardación de justicia y se reduce el gasto para el Estado

Perú y Bolivia, ¿tensión en las relaciones bilaterales?

Fecha: 22 de octubre de 2014

Fuente: CIDDH

Referencial. Fuente: AFP.

Referencial. Fuente: AFP.

Con un sinfín de aspectos en común, Perú y Bolivia deberían mantener una estrecha relación bilateral. La historia, cultura, población, el desarrollo y la geografía (y también algunos fenómenos como la pobreza, desigualdades y el tráfico ilícito de drogas) son solo algunos de los aspectos que saltan a la vista cuando hablamos de similitudes entre ambas naciones. Sin embargo, en los últimos días, tanto las declaraciones del presidente Morales como alguna actitud del Perú han tenido efectos adversos a las relaciones amistosas entre estos países fronterizos de larga tradición.

“Lacayos del imperialismo” fue el término empleado hace pocos días por Morales para referirse a los presidentes de la Alianza del Pacífico (bloque que agrupa actualmente a cuatro economías emergentes latinoamericanas: Perú, Chile, Colombia y México, y que concentra tanto a 214 millones de consumidores como al 37% del PBI de América Latina). Así mismo, el presidente boliviano ha mostrado su desconcierto al dudar explícitamente sobre si el Perú les hace “una jugada sucia” respecto al proyecto de construcción ferroviaria bi-oceánica que conectaría el puerto de Santos en Brasil con el de Ilo en el Perú. Frente a esta situación, el canciller peruano solicitó explicaciones al embajador boliviano en Lima, el mismo que señaló que lo dicho por Morales habían sido declaraciones tomadas fuera de contexto. Además, Felipe Cáceres, Viceministro de Defensa Social en Bolivia, anunció oficialmente que su gobierno pedirá al Perú, “la aprobación de “políticas claras” de cooperación mutua contra el flagelo del narcotráfico, en la nueva reunión que sus autoridades antidrogas tendrán a fines de octubre en (…) Lima”. En esta, se tratarán asuntos de seguridad e intercambio de inteligencia para la lucha contra las drogas.

A este punto, debemos recordar que Morales ha sido reelegido como presidente con una abrumadora mayoría (quizá no una esperada como en años anteriores), especialmente en la principal circunscripción opositora de su país: Santa Cruz. Además, ha obtenido una mayoría contundente en el Parlamento que le otorga, de hecho, mucha más libertad para gobernar. Así mismo, a nivel internacional, Bolivia ha logrado un puesto en el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, junto a El Salvador, Paraguay y otros 12 asientos más. Por último, el país altiplánico se encuentra inmerso en un proceso de demanda contra Chile por lograr un acceso soberano al mar en área chilena (hecho que, en las últimas semanas, ha causado cierta tensión entre ambos países). Estos hechos le han otorgado un protagonismo a Bolivia que quizá no esté tomando con el adecuado tino.

También, del otro lado, se nos ha señalado que el Perú le habría cancelado a Bolivia hasta dos reuniones para tratar asuntos de seguridad fronteriza en torno a los fenómenos comunes (una probable presidencial). Hechos como estos, sin justificación razonable, podrían generar impases diplomáticos innecesarios.

Con el Perú, existe una agenda de trabajo común que está orientada al desarrollo, la seguridad y la integración económica, social y cultural de ambos países. Recordemos que una fuerte cantidad de PBC y cocaína salen del VRAEM con destino a Brasil (y luego África y Europa) a través de territorio boliviano (Corredor Sur). Quizá el discurso, como ya es costumbre con el mandatario boliviano, sea la única forma de hostilidad, pero este debe superarse por los medios diplomáticos necesarios, ya que tanto Bolivia como Perú tienen intereses comunes y diversos frente a los cuales, trabajando juntos, ambos podrían beneficiarse en gran medida. Sabemos que morales tiene una posición clara (aunque a veces ambigua) sobre el imperialismo norteamericano, pero quizá resulte prudente que el tema ideológico deba tomarse por cuerdas separadas, a fin de no crear tensiones innecesarias ni afectar los actuales convenios de cooperación para el desarrollo y la seguridad entre ambos países andinos.

Putumayo: ¿buenas estrategias binacionales?

Fecha: 01 de octubre de 2014

Fuente: Redacción CIDDH

Fuente: Andina. Tomado de RPP.

Fuente: Andina. Tomado de RPP.

El martes pasado, los presidentes Juan Manuel Santos (Colombia) y Ollanta Humala (Perú) firmaron una serie de convenios (once, en total) en los que se comprometieron a reforzar la cooperación bilateral en una serie de materias específicas. En general, los mandatarios cristalizaron acuerdos referidos a poblaciones vulnerables, intercambios científicos y tecnológicos, preservación de recursos forestales, gestión de riesgo de desastres, impulso de minería, modernización estatal, entre otros. En concreto, para el tema del tráfico ilícito de drogas (y aunque no hubo un acuerdo escrito al respecto) los gobiernos se comprometieron a “limpiar el Putumayo de criminalidad y de delincuencia, pero también de pobreza e inequidad.

Resulta digno de rescatar que las estrategias para la lucha contra el tráfico ilícito de drogas contengan elementos no solo represivos (erradicación, interdicción, control de criminalidad), sino también herramientas que busquen la reducción de pobreza, inequidad y la inclusión social de poblaciones que, por cuestiones geográficas, han sido tradicionalmente dejadas de lado por los Estados. Tras la identificación de las principales actividades ilícitas (narcotráfico, tala ilegal, minería criminal) que han visto en estas localidades un terreno fértil para la comisión de sus delitos, es necesario que ambos gobiernos establezcan mecanismos de coordinación y estrecha cooperación interinstitucional para frenarlas. El desarrollo sostenido local es una pieza clave y fundamental para lograr un mayor compromiso al rechazo de fenómenos ilegales.

Los once acuerdos cristalizados son reflejo de la voluntad política de ambos gobiernos para dicho desarrollo. No obstante, a las ya existentes herramientas de cooperación militar y policial, debe hacerse la salvedad (y advertencia) de los riesgos de la militarización en zonas altamente pobladas. Creemos certeramente que un plan coordinado que permita la progresivamente la inclusión de la población y su desarrollo debe estar acompañado de la inculcación de valores democráticos y el fundamental respeto a las libertades y los derechos humanos. Es por eso que la labor de control del fenómeno del tráfico ilícito de drogas no es una tarea fácil, pero sí realizable.

La interacción social en la zona del Putumayo y otros puntos fronterizos debe ser analizada cuidadosamente para poder desmembrar redes enteras de organizaciones criminales sin dañar la composición social de las localidades (prevención de militarización y alteraciones a los Derechos fundamentales). Así mismo,  otros puntos de especial importancia en el Brasil y Bolivia deben ser prioritarios para establecer este tipo de estrategias integrales, a fin de evitar el continuo traslado de droga que forma parte del Corredor Sur investigado por el CIDDH. Cabe mencionar que, para el caso colombiano, el acuerdo logrado a mediados de este año con las FARC sobre el tema drogas ilícitas debiera contribuir en gran medida a la reducción de este fenómeno. Habrá que esperar los resultados que arrojen las mediciones y las actividades de fiscalización gubernamental.

Adicionalmente, es importante señalar que, a nivel regional, el gran “exportador” de seguridad (a pesar de tener un discurso más liberal sobre el tema de las drogas) ha sido, precisamente, Colombia, después de (y muchas veces en cooperación con) Estados Unidos. Nos cuestionamos aquí acerca de la latencia del surgimiento de un nuevo escenario (de cara a las próximas elecciones en el Brasil) en donde esta potencia intermedia se sume a las actividades de seguridad, logrando configurar una arena un poco difícil para el desarrollo sostenible local antes mencionado en las principales zonas fronterizas.

Nota de Prensa: CIDDH participa en la 46° Asamblea General Extraordinaria de la OEA

Fecha: 24 de setiembre de 2014

El Secretario General con el recientemente designado Canciller venezolano y presidente de la 46AGE- OEA 2014. Foto: CIDDH.

El Secretario General con el recientemente designado Canciller venezolano y presidente de la 46AGE- OEA 2014. Foto: CIDDH.

El Centro de Investigación Drogas y Derechos Humanos tuvo la oportunidad de asistir a la 46° Asamblea General Extraordinaria de la Organización de Estados Americanos, la misma que se llevó a cabo el 19 de setiembre del presente en la ciudad de Guatemala. En esta reunión, los 34 Estados miembros debatieron con el fin de elaborar la Resolución final “Reflexiones y Lineamientos para Formular y Dar Seguimiento a las Políticas Integrales frente al Problema Mundial de las Drogas”.

En general, este escenario se constituyó como una plataforma donde nuestra organización pudo tomar contacto con los principales encargados de la política exterior de los países americanos, a fin de discutir, con documentos de análisis, las actuales posiciones contrapuestas de los diferentes gobiernos y los aspectos positivos de los procesos de reforma y vientos de cambio en nuestra región. En particular, se pudo tomar contacto con el Ministro de Relaciones Exteriores del gobierno peruano, el mismo que recibió cordialmente nuestros documentos analíticos y se mostró dispuesto a profundizar el debate sobre la reforma de políticas de drogas en nuestro país[1]. Así mismo, logramos una mayor difusión de los resultados de la V Conferencia Latinoamericana sobre Políticas de Drogas (Costa Rica), cristalizados, en esencia, en el documento “Aportes de la Sociedad Civil a los Gobiernos con Vistas a la Asamblea Extraordinaria sobre el Problema Mundial de las Drogas de OEA del 19 de Septiembre de 2014 en la Ciudad de Guatemala”[2].

Para el CIDDH, existen tres cuestiones claves (entre otras) que deben rescatarse como aportes de la sociedad civil en su conjunto al proceso de reforma en materia de políticas de drogas en el nivel político/oficial: la apuesta por los Derechos Humanos, el reconocimiento de la evidencia científica y la exigencia de autonomía en el diseño público de políticas sobre drogas. Gracias al esfuerzo conjunto de la sociedad civil y al liderazgo de algunos gobiernos, la resolución de la Asamblea General Extraordinaria pudo considerar estos tres puntos. Sobre el primero, varios gobiernos lo mencionaron como eje central para las políticas de drogas (respecto a alternativas al encarcelamiento, la proporcionalidad de las penas, la rehabilitación, el hacinamiento carcelario, entre otros). Respecto a la evidencia científica, se concertó que, cuando corresponda, debe revisarse el abordaje enfoques tradicionales y considerar el desarrollo de nuevos enfoques, basados ambos en evidencia y conocimiento científico. Y sobre la autonomía, hubo consenso en que la evaluación de políticas de control de drogas debe ser un ejercicio multilateral, a fin de evitar cualquier violación al Derecho Internacional en cuanto al principio de no injerencia en asuntos internos.

Algunas impresiones

  • El informe “hipócrita”. Días atrás, el Gobierno de los Estados Unidos lanzó un reporte anual conocido como “Certificación Antinarcóticos” (de la Casa Blanca). En él, se realizaban diversas críticas a países que, en teoría, no colaboraban con sus esfuerzos a la lucha contra las drogas. Frente a esta situación, fue enfática y muy clara la posición venezolana, ecuatoriana, boliviana y argentina que mostraba un rechazo contundente hacia este tipo de reportes que no hacen más que reforzar el unilateralismo que tanto daño hace a un reto de carácter global. Varios de los representantes allí presentes no dudaron en calificar tal reporte como “hipócrita”, dada la debilidad de Estados Unidos en contener su propio consumo a nivel interno. Se incluyó un párrafo en la Resolución final que hacía referencia a este suceso con la idea de reforzar la multilateralidad.
  • ¿Un avance hacia atrás? La postura peruana es conocida por ser de corte conservadora. Y es que este elemento responde a un factor clave: el tradicional alineamiento a las políticas contra drogas de Estados Unidos a través de los últimos treinta años (las mismas que priorizaban el control de la oferta, la represión y la criminalización de los eslabones más vulnerables de la cadena del tráfico ilícito de drogas. Sin embargo, el discurso peruano ante la AGE – OEA pareció demostrar una ligera apertura: por primera vez reconocían la existencia de nuevas alternativas para enfrentarse al fenómeno (alternativas liberales que podrían producir resultados efectivos). No obstante, este ligero avance se vio completamente opacado cuando se planteó el hecho de que ninguna alternativa será efectiva (y solo beneficiará a narcotraficantes) sino cumple a cabalidad con lo dispuesto en el actual régimen internacional (las tres Convenciones).

[1] Cabe mencionar que el Perú, junto a Canadá, Estados Unidos y Costa Rica (entre otros moderados) ostenta una postura oficial conservadora que no ha permitido el debate abierto dentro de nuestro país.

[2] Documento que puede ser revisado en el siguiente link: http://conferenciadrogas.com/2014/wp-content/uploads/2014/09/Declaracion.-Aportes-de-las-OSC-con-vistas-a-AGE-2014.pdf.

Análisis del informe anual de la JIFE (ONU) 2013 – (marzo, 2014)

Fecha: 13 de marzo de 2014

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Introducción

El reciente informe de la JIFE se presenta en un contexto en el cual, a nivel internacional, se plantea una fuerte cantidad de reformas en torno a las mejores estrategias de lucha contra las drogas. Al respecto, en su análisis, la Junta “observa con preocupación” todos y cada uno de los intentos soberanos de revisión y modificación legislativa orientados a alguna regulación liberal del consumo (y del comercio) de estupefacientes. Esta observancia, consideramos, responde a las posiciones conservadoras que, a través de los años, han priorizado el control de la oferta y otras herramientas represivas que no han solucionado, de forma sostenible, el problema mundial de las drogas.

Además, el informe en cuestión parte de algunos supuestos que resultan seriamente debatibles. No obstante, y sin considerar el aspecto hipotético, la Junta elabora una serie de recomendaciones a los Estados basadas en dichos supuestos, reforzando así el régimen internacional de las drogas e instando, en repetidas ocasiones, a que estos no se desvíen de las convenciones y tratados internacionales que rigen esta materia.

Sin embargo, el informe también señala algunas cuestiones de responsabilidad estatal que, de ser optimizadas, tendrían un alto impacto en la lucha contra las drogas. En tal sentido, aspectos como prevención, rehabilitación con reinserción social y soluciones al sistema penitenciario y judicial se constituyen como los principales ejes conexos que deben ser reforzados a fin de garantizar la sostenibilidad de cualquier estrategia realista de lucha contra el narcotráfico.

Sobre los costos económicos

En una generalización inexacta, el informe de la JIFE plantea que “las personas que se hallan bajo la influencia de las drogas plantean graves riesgos para la seguridad de las personas que las rodean y para el medio ambiente y generan costos considerables”. La forma en la cual esta oración está redactada sugiere que existe una correlación causal entre usuarios de drogas y vulneración a la seguridad de terceros. En otras palabras, todo usuario de drogas representa un peligro inminente para la sociedad. El problema con esta afirmación radica en que, si bien existen delitos asociados al consumo problemático de drogas (tanto legales como ilegales), se está dejando de lado una buena parte de usuarios recreativos y/o ocasionales que no representan ningún riesgo de afectación o vulneración leyes vigentes. Además, el comportamiento de un individuo expuesto a alguna droga determinada variará en función a su resistencia (y reacción) biológica y a su capacidad psicológica para auto-controlarse.

De esa forma, si el comportamiento de un individuo depende de su tolerancia o adecuación a alguna droga determinada, resulta inexacto afirmar que, dado que existen usuarios de drogas que mantienen una relación con la comisión de delitos, todos los usuarios de drogas hacen lo mismo. De lo que sí puede hablarse es de algún nivel de asociación (que variará de acuerdo a la circunscripción en la que se mida), más no de alguna correlación causal.

El informe en cuestión establece algunas clasificaciones en torno a la asociación “drogas y delito”. En primer lugar, califica al “delito psicofarmacológico” como aquel donde existe violencia asociada al consumo de drogas. En segundo lugar, existe el “delito económico-compulsivo”, donde los delincuentes recurren a la violencia para sufragar el costo de sus drogas. Por último, se presenta el “delito sistémico” en el cual hay disputas entre consumidores y/o vendedores por transacciones insatisfechas. Esta clasificación resulta pertinente dado que nos ayuda a identificar y prevenir, mediante políticas de Estado, las causas que conllevan a la peligrosa asociación de “drogas y delito”. En la primera clasificación, resulta claro que la prevención tiene que ver con el elemento sicológico. Aquí el Estado podría intervenir a través de la educación (respecto a advertencias sobre consumo de sustancias ilícitas y comportamientos que contravengan la legislación vigente). En el segundo caso, la prevención de esta clase de delitos tendría que ver con aspectos económicos. El Estado debería, mediante políticas económicas efectivas, lograr y garantizar la inclusión y el desarrollo sostenible de sus más necesitados, brindando así más oportunidades para poblaciones vulnerables de escasos recursos. Por último, en relación al delito sistémico, la prevención tiene que ver con un aspecto de intervención estatal, el mismo que parte desde mayor presencia de las instituciones encargadas del cumplimiento de la ley hasta la evaluación de regulación de mercados ilegales.

En relación a los delitos mencionados, el informe señala que los costos generados por estos delitos están relacionados con la carga de las autoridades encargadas de hacer cumplir la ley y de las autoridades judiciales. En ese sentido, se reconoce que los Estados deben emprender una serie de reformas orientadas a aliviar la carga judicial y policial de la mejor forma posible. Cabe mencionar que la regulación del consumo de ciertas sustancias (como cannabis) podría aliviar dichas cargas al hacer que los esfuerzos estatales se concentren en las actividades criminales de las bandas organizadas y no en los eslabones más vulnerables de la cadena del tráfico ilícito de drogas (como los consumidores, por ejemplo), reorientando y utilizando mejor los escasos recursos que poseen.

Algunos supuestos

Resulta erróneo para cualquier investigación objetiva partir de supuestos para elaborar recomendaciones y/o conclusiones en torno a un tema tan delicado como el tráfico ilícito de drogas. Si bien el informe de la JIFE no pretende ser un documento de investigación científica per sé, carece de ciertos elementos lógico/argumentativos que le brindan rigor a cualquier informe de repercusión internacional.

Se señala, así, que “la legalización de las drogas no garantizaría el cese de su venta en los mercados clandestinos”. Pareciera que tal enfática afirmación hubiera sido sometida a varios procesos de testeo y comprobación por trabajo de campo. ¿Lo ha sido? Nos preguntamos. Al respecto, el informe menciona que, así se legalicen las drogas, los mercados clandestinos seguirán operando a través del contrabando tal y como sucede en algunos países con el tabaco.  Efectivamente, sucede con el tabaco, con el alcohol, con las bebidas gaseosas, con las películas piratas, con los juegos de video, etc. El punto central es que el contrabando representa un reto que acarrea una responsabilidad distinta al Estado. Está presente en casi todos los artículos comercializables y no debe considerarse como un obstáculo para el proceso de regulación de mercados ilegales.

Otro supuesto del informe hace referencia a que “la venta de drogas ilícitas no es la única fuente de ingresos de las organizaciones delictivas”. Efectivamente, existen organizaciones delictivas con múltiples ramas (¿gerencias?) dedicadas y especializadas en varios delitos. Sí, es posible. Pero si el Estado ataca, mediante la regulación, un ingreso alto (posiblemente el más grande dada la rentabilidad del tráfico ilícito de drogas), podría formarse un incentivo fuerte para cambiar de actividad ilegal (no  necesariamente disolver el grupo criminal). En este caso, entrarían a tallar otras políticas de Estado para la prevención de otros delitos.

El supuesto que más controversia causa es el de la correlación causal “regulación y consumo”. Es decir, para el informe de la JIFE, la regulación aumentará el consumo y la dependencia. Aquí nos preguntamos una vez más si es que existe evidencia científica que demuestre la correlación causal entre Estados que han emprendido caminos orientados hacia la regulación y niveles de consumo. Y si es que los hay, es porque el proceso de regulación no ha ido acompañado de una serie de medidas preventivas orientadas a reducir el consumo de sustancias consideradas como ilegales. Así mismo, es probable que algunas legislaciones relativas a la regulación no hayan tomado en cuenta algunos aspectos importantes y ostenten falencias que derivan en el crecimiento del consumo o la alteración del orden público (como la venta a extranjeros, por ejemplo).

Algunas cuestiones adicionales

El informe en cuestión establece que el sistema de justicia podría ser más eficiente, disuadir el uso indebido de drogas y ofrecer distintas alternativas al encarcelamiento. En ese sentido, se señala que la proporcionalidad debe respetarse. Sin embargo, el organismo se pronuncia a favor de los tribunales especializados en el tratamiento de la drogodependencia, pues “aplican sanciones rápida y livianas combinadas con el tratamiento y los análisis para detectar el consumo de drogas, con objeto de promover la abstinencia, reducir la delincuencia y promover la reinserción social”. Al respecto, resulta propicio mencionar algunos aspectos. El tema de los tribunales debe ser mejor analizado a la luz de experiencias recientes. En ese sentido, debe tomarse en cuenta el aspecto de la voluntariedad efectiva para llevar a cabo un tratamiento de reducción del consumo de las drogas. Recordemos que la privación de libertad por tratamiento o rehabilitación vulnera severamente los Derechos Humanos al tratarse de una suerte de “encarcelamiento por enfermedad”, como lo es la adicción.

Sobre las recomendaciones del informe

El informe de la JIFE elabora una serie de recomendaciones para los Estados que aparentan ser más de lo mismo, ya que están basadas en los supuestos antes mencionados y van de acuerdo a las posiciones tradicionales y conservadoras de la lucha contra las drogas. La única postura controversial y, que vale la pena analizar, es la referente al mercado de cannabis (a propósito de la regulación en Uruguay).

El informe de la JIFE resalta algunos logros (en materia de cooperación e interdicción) de países como el Perú, Ecuador, Venezuela, Argentina y Colombia, pero critica el control y la regulación de las actividades de importación, producción, adquisición, almacenamiento, comercialización y distribución de cannabis en Uruguay. En ese sentido, “preocupa a la Junta el hecho de que algunos de los Estados partes en la Convención de 1961 están examinando propuestas legislativas que tienen por objeto regular el consumo de cannabis con fines que no son ni médicos ni científicos” y, por consiguiente, “la Junta insta a todos los gobiernos y a la comunidad internacional a que examinen detenidamente los efectos negativos de esas propuestas”.

Si bien la JIFE representa el órgano máximo de fiscalización mundial del problema de las drogas, esta responde a una filosofía que, a lo largo de las últimas décadas, ha estado alineada con el prohibicionismo conservador que no ha conseguido resultados positivos y sostenibles a largo plazo en lo que a este fenómeno respecta. En ese sentido, cualquier cambio al actual régimen internacional de las drogas (que tiene estas mismas características) será visto con recelo y desconfianza por este organismo.